A grandes rasgos, lo primero que podemos intuir sobre lo que
supone la entrada del mercado en la educación es que esta deja de ser la
prestación de un servicio público al que pueden acceder la ciudadanía para
formarse, en pos de un negocio del que el capital, con la ambición por el lucro
que le caracteriza, intentará adueñarse ya que es conocedor de la fuerte
demanda potencial que posee este “sector”.
Es a partir del Acuerdo General sobre el Comercio de
Servicios (GATS, por sus siglas en inglés) junto con la complicidad de la OCDE desde
cuando se pretende liberalizar y privatizar todo lo que sea rentable,
reduciendo al mínimo la actividad de las instituciones públicas y haciendo que
estas funcionen como empresas, buscando siempre la rentabilidad. Esta
liberalización conllevaba la disminución de la presión fiscal (recaudar menos
dinero para las arcas públicas) y eliminar el déficit presupuestario para así
abaratar el coste de inversión de capital, curiosamente, la misma receta que se
está empleando para “salir” de la actual crisis. Lo que se puede deducir de
esto es que se intenta eliminar el Estado de Bienestar y promover un escenario
de libre mercado para, supuestamente, ganar competitividad y promover el
crecimiento económico, lo cual es más que cuestionable. Y no solo el hecho de
que se esté cumpliendo o no y para quién, sino también de que realmente sea bueno
para la sociedad. Y es que este modelo genera contradicciones por sí mismo, ya
que si se privatiza la educación, para que se generen beneficios económicos
deberán aumentar los precios (tasas, matrículas, etc.) por lo que sería
necesario un incremento de los salarios de los trabajadores para que puedan costear
la educación de sus hijos. Sin embargo, la propia búsqueda de la competitividad
se ha traducido en reformas laborales que precarizan el trabajo disminuyendo
salarios, por lo que numerosas personas se verían expulsadas de las aulas como
ya estamos sufriendo en la actualidad con el aumento de tasas y la disminución
de becas, provocando una elitización en la universidad y una gran desigualdad
entre clases sociales. También es reseñable que las universidades privadas
suelen especializarse en carreras poco costosas (de letras) mientras que no
entran en otras que requieren cierta tecnología (ingenierías) puesto que la
elevada inversión que requieren las hacen poco rentables y poco atractivas para
los “clientes” (alumnos).
Así, vemos cómo se intenta desmantelar lo público,
precarizando la Universidad Pública para abrir el camino a la privada. Un claro
ejemplo de esto es que antes solo demandaban la privada aquellas a quienes no
les daba la nota para entrar en la pública o familias adineradas que creían que
estudiar en una privada les otorgaba mayor prestigio. Sin embargo, al aumentar
las tasas, la pública es más cara, por lo que la diferencia respecto con la
privada es menos significativa, haciendo que esta última sea más accesible. De
hecho, la ONU considera 3 factores clave que allanan el camino al ámbito
privado y que guardan relación con lo anteriormente expuesto:
- Presiones para liberalizar la economía (GATS y OCDE).
- Falta de recursos del Gobierno (disminuir la presión fiscal y el déficit público).
- Baja calidad del servicio público (a través de la asfixia presupuestaria, que no es ni más ni menos que los recortes que estamos sufriendo).
Vemos pues que las políticas neoliberales promovidas por la
Unión Europea e implantadas por el bipartidismo (PP y PSOE) en el estado
español buscan de pleno la privatización
y mercantilización de la educación en favor de la oligarquía dominante. Ahora
bien, ¿qué implicaciones tienen dichas políticas en nuestras carnes?
En primer lugar, cambia el modelo de financiación. La
financiación puede provenir tanto de la Administración Pública, como de las
matrículas del estudiantado o de los recursos propios que obtenga cada
universidad (convenios con empresas privadas, etc.). Así, los recortes llevados
a cabo junto con la subida de tasas, implica una desviación desde la
financiación pública (contribuyentes) hacia la financiación privada (familias).
El objetivo de esto es que el estudiantado se tenga que endeudar, ya que muchas
familias no pueden hacer frente a los costes. Esto provoca que no se parta de
una situación de igualdad entre las familias adineradas y las más
desfavorecidas, lo cual se traduce en que al acabar los estudios, el alumnado
de las clases populares aceptarán con mayor facilidad trabajos precarios para
poder saldar sus deudas, favoreciendo por tanto a las empresas privadas que
dispondrán de mano de obra cualificada y barata, así como a las entidades
bancarias que harán negocio con dichos créditos. Las empresas privadas también
se han visto beneficiadas por el cambio de modelo de financiación referente a
la investigación, de tal modo que, lo que antes proporcionaba el Estado a la
Universidad directamente mediante subvenciones, ahora se lo proporciona a las
empresas. Así, las universidades, sin estas subvenciones y con los recortes
presupuestarios existentes, se ven obligadas a firmar convenios con empresas
privadas para que les financien. Pero esto no acaba aquí, ya que, puesto que
son las empresas quienes financian, ahora son éstas las que fiscalizan las
investigaciones, proyectos…, los cuales, evidentemente, van encaminados según
sus propios intereses y no al beneficio de la sociedad en su conjunto (Por
ejemplo: las empresas pueden preferir investigar en técnicas de adelgazamiento
en lugar de en técnicas para curar el cáncer porque les son más rentables). La
finalidad de esto es que, si con estas investigaciones se obtienen nuevas
patentes, éstas quedarán en manos de empresas privadas en lugar de quedar en
manos del Estado. Es decir, las empresas, sin aportar prácticamente nada, se
benefician de las investigaciones que han sido financiadas con dinero público,
privatizando, por tanto, el resultado de la investigación.
En segundo lugar, y no por ello menos importante, la
privatización de la universidad supone la privatización del conocimiento. Y es
que el hecho de que las universidades necesiten financiación proveniente de
empresas, condiciona qué se enseña y cómo se enseña. Así, se acaba adulando la
teoría dominante y se elimina cualquier vertiente de corriente crítica. Se
produce por tanto un control ideológico a través del conocimiento que se
imparte, el cual va orientado a la consecución de ciertos objetivos, ciertas
habilidades, etc., que pueden llegar a ser muy perversas, como por ejemplo la
flexibilidad laboral, es decir, saber adaptarse al mercado laboral, lo que se traduce
en trabajo temporal y precario. Otro objetivo podría ser la competitividad, la
cual se ve reflejada en la disminución continua de la solidaridad entre
compañeros, dando lugar a dinámicas individualistas. Otro ejemplo de cómo
afecta la mercantilización de la universidad al conocimiento es que los máster
son muy especializados y dirigidos a lo que demandan las empresas, por lo que
puede ocurrir, por ejemplo, que en algunos máster se matriculen 30 personas de
las que solo 3 obtendrán ese puesto de trabajo, mientras que las demás están
abocadas a realizar otro máster, es decir, a una formación continua, lo cual es
algo perverso pues esta formación no responde a las inquietudes de cada uno,
sino que les engañan haciéndoles creer que quien se queda fuera de los puestos
de trabajo es debido a falta de formación, para que sigan pagando cursos
mientras que, al mismo tiempo, destruyen puestos de trabajo explotando a los
trabajadores con horas extras (por poner un ejemplo).
Por tanto, la única
manera de revertir la situación es creando empoderamiento social, es decir,
movimiento estudiantil con el fin de no perder la dignidad y luchar por el
futuro. Para ello es necesario una reconstrucción de la universidad mediante un
proceso constituyente promovido por estudiantes, profesoras, decanas, etc. Aquí
vemos un problema que es la falta de conciencia de clase entre el profesorado, pues aun conociendo los males
endémicos del sistema universitario y de la educación en general, no se
movilizan. Esta reconstrucción de la educación debe ir ligada a una
reconstrucción del país, porque… ¿para qué formar licenciados o graduados si su
futuro inmediato es el trabajo precario o el exilio? Es evidente que nuestro
sistema económico no los necesita, pero el sistema económico no solo es lo que
es, sino lo que queramos que sea.